ALEKSANDR ISAEVICH SOLZHENITSYN
Habían dicho los dirigentes que Solzhenitsyn era un contrarrevolucionaro, pero en aquel fresco de horrores, de humillaciones y de crímenes la sangre de la pintura estaba fresca. Los comunistas que se habían dejado la vida en las cárceles y que habían gritado viva la URSS al ser fusilados adivinaron con pasmo que una policía sanguinaria, bajo diversas siglas, había organizado campos de concentración en el paraíso del proletariado. Por las páginas heladas del Archipiélago cruzaban caravanas de esclavos, riadas de prisioneros, campos de concentración, trabajos forzados. Por la Lubianka no pasaban sólo los troskistas y los espías, sino los mejores bolcheviques, los escritores, los comisarios, los maestros, los soldados y los héroes de guerra.