RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN
En el ámbito de su Galicia natal, poéticamente recreada a través de la alquimia del recuerdo, sitúa Valle-Inclán Divinas palabras (1919). Una sucesión de retablos, protagonizados por seres marginados, en los que la avaricia y la lujuria desencadenan la trama: la pugna entre Marica del Reino y Mari-Gaila por la posesión de un enano lisiado que arrastran por ferias y romerías, y el adulterio de esta última con un farandul trashumante. Al final, un halo de piedad cruza la escena, que se cierra con las divinas palabras con las que el sacristán perdona a su mujer. El reconocido hispanista Gonzalo Sobejano desvela en su introducción las claves de una obra que califica de complejamente exclamativa, en la que la unión de lo trágico y lo cómico se resuelve en un diálogo a gritos, reflejo de la fórmula que el propio Valle-Inclán concretó para el teatro español.